lunes, 27 de junio de 2011

EL NIÑO YUNTERO




Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.


Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.



A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.





Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.


Miguel Hernandez


Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942) fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono de la generación del 27».

domingo, 26 de junio de 2011

Catarsis, Ester de Izaguirre


Me dijo mi hija:
"Hoy estás distraída
y no escuchás"



Yo te quise decir que la realidad es un verdugo tenaz de piel adentro,
de sangre incorregible,
de verdades violadas a mansalva.
Por eso no escuchaba tus palabras
hasta que la poesía, este mar que recorre mis orillas
y recoge aguas vivas
y me lava las rocas de innumerables desperdicios
arrojados por duendes en la arena,
me libere las manos y la rabia,
los ojos, las vigilias, las promesas...
Después podré escucharte,
cuando manche de voces y de gritos esta página en blanco,
cuando este Cristo de palabras salve al hombre
que llevo en las entrañas condenado,
cuando pueda decirle a un septiembre nuevo
que entra como un espía a nuestros patios,
que no soy una planta
y que no participo de esa alegría animal de la tierra
que espera con las piernas abiertas de sus árboles
que el milagro fecunde sus preguntas,
cuando pueda crear la oración del desencuentro y la esperanza
para que la recen los ídolos
que ya estan de regreso
de todos los paraísos profanados.
Ya estoy aquí Mi relativa sombra.
Todo este amor que soy si no estoy triste.
Ahora puedo escucharte, hija querida


Publicado por "La Prensa" Buenos Aires 1975
y lo reencontré en mi cajita de los recuerdos...

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