sábado, 14 de enero de 2012

POEMAS DE AUSENCIA, Rafael Valero



I.



TENGO LO NECESARIO
para escribir un libro de tristeza...
Una pluma de pájaro;
un tintero de ausencia;
todas las hojas pálidas, caídas
sobre mi sombra quieta,
mil besos disecados, tirando de las venas;
un camino a la luna - blanca virgen, desnuda -
y unos pies, desgraciados, que no saben
caminar sin estrella.
Tengo un silencio de guitarra muerta;
un reloj detenido
en la precisa hora de tu falta
y un cuerpo que me sobra,
cerrada ya la puerta a tu presencia.
Tengo una canción vaga, recorriéndome el alma
y unos labios desiertos
que no saben decirla.
Tengo hormigas de luna
tan hondas en la entraña,
que es mi noche vigilia, tras tu sombra
y mi día, cansancio de caminos sin alba.
Tengo lo necesario
para llorar,
pero no tengo lágrimas.




II.


EN ESTA TARDE DE JARDIN VACIO,
estoy ardiendo en versos que no nacen.
Los siento, sin cabeza,
remover el caudal de sangre virgen
- alfilerazos hondos -
en las hebras ausentes de mi alma.
Tiritan las estrellas
y tirita mi cuerpo, azul con ellas.
Los eucaliptos mecen la distancia
que anuncia el contrapunto
del silbido de un tren que se desgarra.
Me faltas.
Como el viento al molino
de alma crucificada, rueda inútil;
torrente de agua oculta
que espera al zahorí de manos blancas
para hacerse paloma.
En esta soledad, sueño contigo...
Entre nubes azules,
mil mariposas ciegas, nos descubren,
la densa geometría
de triángulos rizados que se besan
y deshago amapolas cuyos pétalos, buscan
su tibia sepultura en tu regazo.

Al despertar
- las manos, como ajadas -
mil bocas en mis labios
acechan los caminos de la luna
por los que, a veces, bajas.
Y es en vano la espera,
hundiendo el remo lejos de tu barca.




III.


SOLEDAD GEOMETRICA
de cortantes aristas y cúbicos silencios;
de sueños triangulares
sobre un frío rectángulo de lienzo:
de relojes sonoros, cuyos ángulos, se abren
para que escape el tiempo...
...Y, el tiempo, interminable,
con todos los recuerdos entreabiertos.
Ya, sin ti, me confundo
con los otros perfiles, recortados
en el álbum nocturno.
Soy, una sombra mas, atada a un cuerpo;
una caja vacía;
un punto de tu línea,
perdida la esperanza convergente;
un globo que se extingue
antes que pueda haber tocado el cielo;
un alpinista en la pared del alba;
un barco naufragado que se rompe, gimiendo...
Ya, sin ti, soy, tan solo,
un corazón abierto,
surco carnidolido,
sin la tierna semilla de tu cuerpo.




IV.

UNA MELANCOLIA DE ORO VIEJO
trenza y destrenza, en el fugaz espejo
de los charcos, caminos, a las hojas
de apagado verdor y venas flojas.
Una melancolía acariciante
de piel ausente y palomar distante;
voz escondida de agua en algún lado
cuyo rumor, se filtra en mi tejado,
en el suburbio mate vespertino.
Una melancolía sin camino
donde los pies, remachan soledades
sobre el húmedo barro, en dos mitades;
donde cada suspiro es un silencio;
donde, con el crepúsculo, evidencio,
la falta de la tuya, en mi pupila.

La tarde se me va, turbia y tranquila,
sin esperanza de un mejor mañana,
por mas que el sol reviente en lluvia grana
y repiquen los gallos; por mas sueño
de besos infinitos, con que el ceño
pretenda desfruncirme el buen Morfeo;
pues, otra vez, mañana, el agrio, feo,
estéril, decorado de mi día,
tendrá los tintes de melancolía
de estos atardeceres solitarios;
los mismos tristes, solos, escenarios,
para la misma farsa, nube oscura,
que vaticina un alba de locura
redoblada por veinte campanarios.




V.

CUANDO TE VAS, ES CASI COMO UN RITO
besar la almohada triste
donde durmió tu risa;
ir echando cortinas
y apagando locuras
que tus labios dejaron encendidas;
hacer prisiones nuevas
para el alma, fugazmente evadida.

Cuando te vas,
se me hace eterno el cielo, sin tus alas;
los pájaros, refuerzan el silencio
de los relojes, mudos
en una hora cualquiera en que aun estabas.
Se queda el sol vacío
y los ojos me llueven hacia adentro
formando un lago de excesiva calma.

Cuando te vas, no hay prisa...
Poseo todo el tiempo para nada
y apuro el nudo tenso
que fue canción feliz en mi garganta.

Cuando te vas, soy niño
y se van, tras de ti, todas las hadas.




VI.

SI EL ALMA SE PUDIERA
abrir, como la carne, cuando enferma,
este infierno que empuja
no acabaría por ganar mi guerra.
Un milagro de luna compartida
y el crepúsculo tenso
de sombras apretadas y oscurecida sangre
se desharía en horizontes lentos.
Volvería el acorde a la guitarra
cerrando su bostezo desdentado
y, muerta la locura, que me llega
con el cuchillo al sol de las cigarras,
dejaría de ser, como ese árbol,
recorrido de hormigas acuciantes,
que no encuentra el momento en que la tierra
lo libre de su farsa.

Un silencio, tan solo, constructivo;
una vigilia huera de fantasmas;
el camino de amor, para mi sangre,
de un beso, puro como un hilo de agua,
que pase por mis labios y los salve.
Un sueño solo, dulce,
del que despierte vivo o no despierte;
un pájaro, una flor, un eco, un niño;
el aire entre las hojas de la tarde....
Solamente eso pido.




VII.

NO ACABO DE CURARME DE ESTA SOMBRA
colgada en las ventanas de mis ojos.
No es bastante, afanarme tras de todas
las luminarias, para abrir, un poco,
la cerrada espesura de mis horas.
No me acostumbro. La guitarra muerta...:
los gritos silenciosos de las cosas...;
el cansancio que abruma mis nocturnos
de manos hueras y mirada idiota.

Las huellas que dejaste, me persiguen,
ajenas a esta angustia carnihonda
que hiela, poco a poco, mis adentros.
Sin ti, no hay Dios, como sin Dios, no hay rosas,
como no hay luz sin sol ni sol sin frío.
El cuerpo, es tan de barro, que me sobra.

Moribundo de ausencia, este aleteo,
quiere llenar el hueco que, en la aurora,
colmaba la canción de tu silencio.
No me acostumbro a amanecer, ahora,
amortajado en leves brumas malvas
- color de soledades dolorosas -.
Mi sangre, en sueños, busca los caminos
para inundar tu albura de amapolas
y al despertar, como una alondra herida,
llora por mi el rocío entre las hojas.

No me acostumbro, no. No me acostumbro,
a vivir con tu amor y con tu sombra.






VIII.

ESTAS EN ALGUN LADO,
como un misterio vago
que descompone luces y fabrica silencios.
Desde mi quieta barca,
! que indefinible triste firmamento ¡

Ayer, eras la sombra;
una melancolía sin destino
mamando palidez de plenilunios
y murmullos marinos.
Hoy, ya, por el contrario, tienes cuerpo
y, atado al lienzo frío,
con las manos crispadas y los labios resecos,
siento como navegan, en lo hondo,
rebeldes, las hormigas del deseo.

! Que soledad redonda,
con mas sangre que nunca
y desangrado, mas que nunca, en sueños ¡
! Que caminos perdidos ¡
- inútil penitente
bajo el ancho capirote de estrellas -.

En algún lado, el aire
me esta robando besos.
Donde tu estés...En algún lado....Lejos....





IX.

MI POEMA MEJOR, NACIO EN TUS OJOS,
desnudo de palabras.
Me pareció que, lejos, latía una campana.

Mi mas largo poema, es este otoño
de tu ausencia,
que me arrastra, nocturno vagabundo,
a andar detrás de ti, cogiendo estrellas.
Mi corazón y el tuyo, versos solos,
padecen de atonía
sin la rima y el ritmo de los besos.

El poema mas breve,
silencio y grito, acorde y sinfonía,
lo escribiremos juntos
sobre el tálamo azul del firmamento.




X.

ME DESPERTE LLORANDO. AMANECIA
con resplandores malva.
La habitación, vacía,
gritaba tu silencio,
mientras afuera, el alba,
le daba paso al día.
El carnaval de sombras, recién decapitadas,
envolvía mi cuerpo,
inútil tras tu sombra imaginada
y enredaba mis dedos
con cabellos de luna despeinada.
Me desperté con sed.
Tras el cristal helado,
flores inalcanzables,
condenadas a pasto de cigarras,
deshacían sus cuerpos
en reguero de lágrimas de escarcha.
Desperté y despertó la pesadilla
de cuerpos sin cabeza;
de cabezas sin habla;
de pura geometría incontrolable;
de absurdas golondrinas disecadas.
Amanecía.
con los corales, persiguiendo estrellas,
sonámbula consciente, se me escapaba el alma...
Mientras, los ojos - necios -,
y las manos - fantasmas -,
formulaban el vértice
de un haz de convergentes soledades,
traspasadas de Nada.






XI.


Perdido voy... Perdido,
como nauta sin brújula en la niebla;
como gurriato urbano que, caído
del nido en el alero,
sobre el asfalto gris se desconcierta;
como hoja finiquita,
desprendida del árbol, que aletea
resistiendo
al abrazo mortal, único y último,
que le ofrece la tierra.
Ah!, si desde mi centro, por encanto,
una chispa prendiera,
que incendiara mi ser, como ardió antaño;
si me nacieran alas
de gaviota oceánica,
para afrontar el vuelo al infinito
con la certeza de alguien que me aguarda.
No sería la muerte, así sabida,
razón para el quebranto,
que no es dolor morir, cumplido el tiempo,
si se muere esperando,
sino vivir en la desesperanza
sumido en la tiniebla y desamado.




XII.


Si hubiera imaginado
que tu tiempo y mi tiempo en este mundo
pudieran no ser uno,
habría hecho racimos con los besos
que, ahítos de dulzor, aun nos quedaron,
para aliviar con ellos
la amargura que aflora hasta mis labios.
Si hubiera adivinado
que, el camino, sin ti, no se acababa
y que habría de andarlo
perdido en soledades y nostalgias,
me habría anticipado hasta su meta
para esperarte en ella
y explorar la otra vida de tu mano.
Si hubiera sospechado
que el río de bucólicas riberas
en el que tanto amamos,
celoso de mi bien, suya te hiciera,
habría detenido en un remanso
nuestro pequeño barco,
para morir contigo, jugando a ser estrellas.

" La ausencia es la pena, sin la paz de la muerte." Thomas Campbell

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