sábado, 10 de julio de 2010


La luz del sol estaba sentada en una pequeña silla.
Frente a ella, se encontraba una pequeña niña.
Ambas charlaban sobre sus pesares,
Ambas, reían implacables de sus ocurrencias

El viento era otro fiel acompañante,
En gran manera es todo un caballero.
Irónicamente siempre es invariable
Y a las citas, siempre era el primero.

En medio de ellos permanecía inerte una mesa,
Sin hablar, inmutada, era cálida, fría y tiesa.
Testigo de las indiscreciones de la pequeña
Bien sabía que ella era muy pícara...

La mesa fue usada para charlar.
Para realizar inimaginables creaciones,
Así también, para de tristeza llorar,
Para llenar hojas blancas de colores.

Era una niña normal, con ojos, nariz y boca,
y su mente le favorecía
Pues era fiel, fuerte, y sólida como roca,
Y a todo resistía...

Al igual que pícara, era toda dulzura.
Realizaba actos bondadosos con apuro
Como cuando a su oso, los ojos le saltaron.
Sin pensarlo, ella luchó contra el mundo para curarlo.

Era la primera versión de su modelo.
Bonita, flaca, alta, llena de rulos
Hermosos ojos castaños, como el cedro
Mejillas rojas, suaves como pétalos de claveles.

No se quien lo escribió, pero pensé en Paula, mi pequeña, mi adorada, te acaricio en el aire mi bebota, tan ocurrente, tan ágil y de pronto no todo fue posible de mantener, no pude ser columna y risa constante, no pude ser canto sin pausa, pero el amor es único y siempre contínuo.

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